domingo, 27 de noviembre de 2011

Palabras

Pides palabras,

y ell@s traen luz,

ejercicios de felicidad,

paseos en bici,

miradas a su interior... y al tuyo,

poemas,

recuerdos,

cuadernos en blanco,

trozos del pasado,

olor a hierbabuena,

ovillos de lana,

encuentros inesperados,

mezclas impensables,

caos,

tiempo detenido,

latidos,

ausencias y presencias,

interrogaciones y respuestas,

trocitos de arte en papel de periódico,

sabor a chocolate,

olor a canela,

tacto de teatro,

textura de abrazo,

sensación de familia…

Siempre dan más de lo que les pides… año tras año.

domingo, 13 de noviembre de 2011

De chocolate...


Érase una vez un país donde todos los habitantes tenían los dientes de chocolate: de chocolate con leche, chocolate puro, chocolate con almendras… todas las variedades excepto el chocolate blanco, un invento posterior que, afortunadamente, no había llegado a estas tierras.

No había nadie en este país que no luciera como dentadura onzas del más delicioso chocolate, por eso era tan sencillo distinguir a los extranjeros que viajaban hasta el país para cerciorarse de tan extraño fenómeno y que, una vez allí, escondían avergonzados sus dientes de color marfil y no sentían ganas de partir.

En este país eran todos eran muy sonrientes y, al hacerlo, parecía que una tableta del más delicioso cacao les ocupara la boca; tal vez por eso eran gentes tan dulces aunque con frecuentes dolores de muelas.

Ocupaban su tiempo bailando, tocando y cantando; pasaban la lengua sobre sus dientes cuando se sentían tristes y el dulzor del chocolate les hacía olvidar las penas y volver a bailar.

Una vez, hace algunos años, una nube blanca llegó sobre esta tierra y muchos de sus jóvenes se vieron obligados a abandonar el país de los dientes de chocolate. Algunos se fueron sin despedirse, otros se abrazaron a sus madres y hermanos, muchos usaron barcos de colores… ninguno sabía cuándo iba a regresar.

Vagaban por el mundo solos, buscando y sembrando la felicidad y, cuando la encontraban, la envolvían cuidadosamente y enviaban un trocito a su familia a través de western union

Lejos de su tierra se reconocían entre ellos al sonreír y dejar entrever sus dentaduras y, rápidamente, se trataban como hermanos, se invitaban a comer arroz y hablaban y bailaban hasta la madrugada.

Una de esas madrugadas, mientras sonaba de fondo un djembé, uno de ellos me desveló al oído el secreto del país de los dientes de chocolate: 

lo más relevante no eran sus dentaduras; lo que todos y cada uno poseían en esta tierra, aunque fuera imperceptible a la vista, era un inmenso y crujiente corazón de chocolate: de chocolate con leche, chocolate puro, chocolate con almendras…

Y yo ahí lo entendí todo…

(A ti, por tener dientes y corazón de chocolate.)