En mitad del aire,
entre el 17 y el 18 de agosto de 2012
Un no-tiempo, un no-lugar donde dos personas (dos que son
dos y no son uno ni mitades) se enfrentan a sus propios miedos: tu miedo a
volar y mi miedo a… ¿a que vueles?
Mucho antes de subir a este avión ya sentí que el viaje
comenzaba. Comenzó en Barcelona al comprar las sandalias con las que quería
caminar sobre la arena, bajo la lluvia, entre la gente, adentro de mis calles
abarrotadas, en los márgenes difusos de esta relación, hacia esa parte de ti
que es tu raíz y que te atraviesa, te vertebra y, al ver la luz, da frutos.
Comenzó cuando Carlos (siempre Carlos) me regaló este
cuaderno en mitad del Raval, guardó a su hermano gemelo entre sus manos, y
decidimos que cada día de mi viaje a Senegal habría un texto y una foto… y un hilo más
entre él y yo…
Carlos, al que le brotan árboles entre las sábanas;
Carlos, el que, a modo de espejo, me devuelve la imagen mejorada de mí misma,
la Laura que quise ser y que reaparece y se ve clara a su lado; Carlos, que me
canta una nana nueva para mecerme: “ligereza,
Laura, ligereza”.
La ligereza me trae hasta este avión de madrugada, donde
te veo contento, cansado pero contento.
Hay un asiento vacío entre nosotros pero esta noche, esta
noche sin tiempo y sin lugar, entre los dos tejemos un puente, una pasarela de
tu yo a mi yo, de tu continente a mi continente, que en unas horas desembocará en brazos de tus hermanos en mitad
del aeropuerto de Dakar.
Antes de que el cansancio lo ocupe todo tengo tiempo de
preguntarme: ¿les gustaré?, ¿me aceptarán?... Ahora sólo queda la ligereza…
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