miércoles, 23 de marzo de 2011

El tiempo...


No sé en qué momento se asomó a mi puerta… no sé si hizo toc toc o se coló sin llamar. No sé si le dije “pasa, pasa”. No sé siquiera si le había llamado y le había invitado yo misma a venir… ¿quieres un café? No sé si le dije enséñame la patita por debajo de la puerta y se la había cubierto de polvos de talco para engañarme…

El caso es que vino, pasó -tal vez bebimos tequila…- y una vez dentro me propuso un trato ¿siniestro?

“A cambio de tu tiempo, de tus horas de sueño, de que olvides a tu niña que juega, de que no bailes bajo la luna, de que no veas a tus amigxs, de que no escribas esa historia que tienes dentro… recibirás una recompensa”.

Yo no tengo claro cuál es la recompensa -no es que no os la quiera confesar, lo prometo ¡es que no la recuerdo!- y sólo siento que corro mañana, tarde y noche gritando “¡no tengo tiempo, no tengo tiempo!”, sin recordar qué hay al final del camino, por qué era que corría yo tanto…

Y siento que las cosas verdaderamente importantes están en pause mientras yo corro y corro sin parar…

Y decido que esta carrera tiene los días contados…

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